El les respondió: "Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo".
Pero
para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo
violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio
Padre.
Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el
Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al
Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.
Porque el
Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más
grandes aún, para que ustedes queden maravillados.
Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,
para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
Les
aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha
enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha
pasado de la muerte a la Vida.
Les aseguro que la hora se acerca, y
ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los
que la oigan, vivirán.
Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella,
y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz
y
saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la
Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.
Nada
puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi
juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la
de aquel que me envió.
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