La
Vigilia-Pascual
La
Vigilia Pascual es la celebración más importante del año, la culminación de
la Semana Santa y el eje de toda la vida cristiana, hasta el punto de haber sido
denominada «madre de todas las vigilias». Sin embargo, todavía está lejos de
significar algo importante para nuestro pueblo, que se hace presente, sobre
todo, en las procesiones del viernes. Para muchos de nuestros fieles sigue
siendo el Viernes Santo el día decisivo. Con todo, la resurrección de Jesús
es dato básico de la confesión de fe, comunicación de nueva vida e
inauguración de nuevas relaciones con Dios. Según la actual liturgia, el
sábado es día de meditación y de reposo, de paz y de descanso, sin misa ni
comunión, con el altar desnudo. La Vigilia Pascual más antigua que se conoce
es del siglo III. Hacia el año 215, según la Tradición de Hipólito, el
bautismo era celebrado, con la eucaristía, en la Vigilia Pascual. Esto se
generalizó en el siglo IV. A finales de este siglo algunas Iglesias
introdujeron el lucernario pascual, que finalmente se extendió a todas partes.
A partir del siglo Xll se comenzó a bendecir el fuego.
Con
la noche del sábado se inicia el tercer día del triduo. Según el misal, es
noche de vela. Está constituida por una larga celebración de la palabra que
acaba con la eucaristía. Se inicia el acto con una hoguera. En un primer
momento, puede prenderse un «fuego de campamento», con cantos jubilosos, danza
de niños y mayores alrededor del fuego, y quema de cosas que rechazamos:
juguetes bélicos, prensa mentirosa, jeringuillas de droga, etc. e empieza la
celebración con una monición para dar sentido a todo el acto, que tiene cuatro
partes:
a)
La liturgia de la luz
Se
desarrolla de noche, fuera del templo, en torno al cirio, símbolo de Cristo, al
que siguen los bautizados con sus luminarias encendidas. El lucernario, o rito
del fuego y de la luz, tiene su origen en la práctica judía y cristiana
primitivas de encender una lámpara a la llegada de la noche, junto con una
bendición. Los fieles, con los cirios apagados en la mano, son los
«exiliados». Con el fuego se enciende el cirio pascual, y con éste se
encienden las velas que portan los fieles; de este modo, se entra en procesión
en la iglesia, ya preparada y adornada profusamente. El cirio encendido evoca la
resurrección de Cristo. Dentro del templo se proclama el pregón pascual, canto
de esperanza y de triunfo; su texto debiera ser propio cada año. Dentro del
Exultet caben aclamaciones festivas de la asamblea.
b)
La liturgia de la palabra
En
esta segunda parte se describe la historia de la salvación. Son fundamentales
las lecturas del Génesis (creación), Éxodo (liberación de Egipto), Profetas
(habrá una nueva liberación) y Evangelio (proclama de la resurrección). Esta
parte consta de una introducción catequética y de varias lecturas que narran
la historia de la salvación, hasta llegar al evangelio. Se intercalan las
lecturas con cantos, oraciones o noticias breves. Proclamada la resurrección,
aplaudimos, cantamos festivamente e incluso puede hacerse una danza, repartirse
flores y hasta encender bengalas. Todo gravita en torno a la Pascua del Señor.
c)
La liturgia del agua
La
tercera parte celebra el nuevo nacimiento. Se desarrolla especialmente cuando
hay bautismos, sobre todo de adultos. En el caso del bautismo de niños, los
padres hacen la petición, el presidente de la comunidad responde, se convoca a
los santos en las letanías, se bendice el agua, se exhorta a la profesión de
fe y a los compromisos cristianos y se procede al bautismo. Las promesas
bautismales se renuevan estando todos de pie, con los cirios encendidos,
mediante un diálogo que concluye con la aspersión. Un gran aplauso rubrica el
acto sacramental.
d)
La liturgia eucarística
La
eucaristía es la cumbre de la vigilia. Los recién bautizados participan
activamente en la oración universal, procesión de ofrendas y comunión. Tras
una monición adecuada, se procede a preparar solemnemente la mesa con flores,
cirios y toda clase de ofrendas, en un «ofertorio» en el que pueden intervenir
también los niños (cabe incluso una danza a la hora de llevar los dones). La
anáfora también debiera ser nueva cada año. Al final de la fiesta, después
de la comunión, se acaba con un encuentro festivo, en el que no debe faltar un
sencillo ágape en el que participen todos los asistentes. La eucaristía
pascual anuncia solemnemente la muerte del Señor y proclama su resurrección en
la espera de su venida.
La
Eucaristía Pascual
En
la eucaristía del Domingo de Resurrección se comenta la experiencia del
triduo, y varios participantes del mismo dan testimonio al reconocer que su vida
cristiana se ha visto robustecida por estas celebraciones regeneradoras, al modo
de unos «ejercicios espirituales» litúrgicos. El acontecimiento pascual,
sacramentalmente celebrado en la eucaristía, no se reduce sólo a Cristo y a la
Iglesia, sino que tiene relación con el mundo y con la historia. La Eucaristía
Pascual es promesa de la Pascua del universo, una vez cumplida la totalidad de
la justicia que exige el reino. Todo está llamado a compartir la Pascua del
Señor, que, celebrada en comunidad, anticipa la reconciliación con Dios y la
fraternidad universal. El día pascual de la resurrección, Jesús comió con
los discípulos de Emaús y con los Once en el cenáculo. Son comidas
transitorias entre la resurrección y la venida del Espíritu. Estas comidas
expresan el perdón a los discípulos y la fe en la resurrección. Enlazan las
comidas prepascuales de Jesús con la eucaristía. Denominada «fracción del
pan» por Lucas y «cena del Señor» por Pablo, se celebraba al atardecer, a la
hora de la comida principal. Había desde el principio un servicio eucarístico
(mesa del Señor) y un servicio caritativo (mesa de los pobres). Se festejaba el
«primer día de la semana», con un ritmo celosamente guardado. Surge así la
celebración del día del Señor (pascua semanal), y poco después la
celebración anual de la Pascua.
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
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